Página:El rey de las montañas (1919).pdf/210

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
206
 

muerte, podia Hadgi—Stavros infligirme un castigo que me hiciese aborrecer la vida. El viejo malvado se negó a decirme qué suplicio me preparaba. Hasta tal punto no se compadeció de mis angustias, que me obligó a presenciar los funerales de su teniente.

El cuerpo fué despojado de sus vestiduras, transportado junto a la fuente, y lavado en el agua corriente. Las facciones de Basilio apenas habian cambiado; su boca, entreabierta, conservaba todavia la sonrisa del borracho; en sus ojos abiertos se mantenía una mirada estúpida. Los miembros no habían perdido su flexibilidad; la rigidez cadavérica se hace esperar largo tiempo en los individuos que mueren por accidente.

El cafedgi del Rey y su porta—chibuque procedieron a vestir al muerto. Hadgi—Stavros corrió con los gastos en calidad de heredero. Basilio no tenía familia, y todos sus bienes le correspondian al Rey. Revistieron al cuerpo de una camisa fina, de una falda de hermoso percal y de una chaqueta bordada de plata. Encerraron sus cabellos húmedos en un bonete casi nuevo. Ajustaron a sus piernas, que no debian correr más, polainas de seda roja. Le calzaron los pies con babuchas de piel de Rusia. Nunca en su vida habia estado tan guapo y tan limpio el pobre Basilio. Pasaron sus labios con carmin; le pintaron con blanco y rojo, como si fuese un joven galán que se dispone a entrar en escena. Durante toda la operación, la orquesta de los bandidos ejecutaba un aire lúgubre que ha debido escuchar usted más de una vez en las calles de Atenas. Me felicito de no