Página:El rey de las montañas (1919).pdf/47

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
43
 

III

Mari-ann

Los estudios de mi juventud han desenvuelto en mi una pasión que ha acabado por anular todas las demás: el deseo de saber, o, si prefiere usted llamarla de otro modo, la curiosidad. Hasta el dia en que partí para Atenas, mi único placer habia sido aprender; mi única pena, ignorar. Amaba la ciencia como a una mujer, y nadie habia venido todavía a disputarle mi corazón. En cambio, es preciso convenir que yo no era nada tierno, y que la poesia y Hermann Schultz entraban rara vez por la misma puerta. Me paseaba por el mundo, como en un vasto museo, con la lupa en la mano. Observaba los placeres y los sufrimientos de los demás como hechos dignos de estudio: pero indignos de envidia o de piedad. No envidiaba más a un matrimonio feliz que a una pareja de palmeras acopladas por el viento; sentía idéntica compasión de un corazón desgarrado por el amor, que de un geranio tostado por la helada. Cuando ha disecado uno animales vivos, no queda sensibilidad para los gritos de la carne palpitante. Hubiera estado bien entre el público de un combate de gladiadores.