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¡Que el rubí de los malvones y las dalias te circunden!
Oh, príncipe, por tu dulce corazón martirizado!
Seas ahora venerado
por todos los que poseen inmaculado criterio,
y estudiado
en el manantial fluyente de tus sencillas verdades
redentoras, que culminan en "La conquista del pan".
Aleluyas te proclaman
los pechos cosmopolitas que añoran tus ansiedades,
dulce, titánico, apóstol de la amplia estepa nevada;
tus sublimes
concepciones magistrales,
eternas perdurarán,
pues los anhelantes pechos de los parias sabrán
del próbido y sustancioso ensueño que, enamorado,
les distes en el legado
de "La conquista del pan"!