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Elogio de Leonardo
 

o la figura como nacidos en la tela, sino abrirnos una ventana sobre la figura o sobre el paisaje. Y no existiendo en esa abertura realidad material, tiene que ser una puerta del alma. La segunda cosa es, pues de la anterior se deriva, que en el cuadro leonardesco la luz vale más que el color. Este ha podido ennegrecerse, mientras la impresión luminar persiste, y aun adquiere una penetración más misteriosa, como cuando naturalmente se disuelve en la translucidez de uva azul que trae la noche. La tercera cosa es la expresión, definida con mayor agudeza por la sonrisa. Este gesto encuéntrase ya en las vírgenes del siglo XIV, y Leonardo tomólo sin duda del femenino que pintaba su maestro Verrocchio, así como ciertos rasgos decorativos de escultura orfebrada; pero él le puso

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