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Sé que precisamente de ese público demasiado grande se quejan los antiguos hombres ilustrados y los refinados de la generación joven.

Pero i por qué hemos de temblar ante una clientela hecha de toda la nación? Ahí está la verdadera democracia en literatura, hablar de todo y hablar de todos, dar derecho de ciudadanía en las letras a todas las clases y dirigirse a todos los ciudadanos. Si nuestro público se hace inmenso, deber nuestro es tener la voz bastante poderosa para que llegue a los cuatro extremos del país.

Y lɔ propio ocurre con el mercantilismo que se censura en las letras modernas.

He dicho en otra parte que el dinero nos hace dignos porque nos hace libres. Somos conerciantes, es verdad; no lloriqueamos como aquel escritor de Chatterton, cuando nos vemos obligados a vender nuestros libros; y nuestros libros son precisamente nuestros desde que los vendemos. Hemos conquistado el derecho de decirlo todo en ellos viviendo de nuestro trabajo, como los otros productores de la nación.

Dejad correr las aguas cenagosas que todo diluvio vierte sobre la tierra, y contad con el cielo azul.

Sin duda que está obscuro el porvenir, que TOMO IX