Su definic:6n 'del arte hábilmente conducida y hábilmente explotada, 'es esta: «Una representacióif idealista de la naturaleza y de nosotros mismos, con la mira del perfeccionamiento físico y moral de nuestra especie».
Esta definición es verdaderamente del hombre práctico de quien hablaba no ha mucho, que quiere que las rosas se coman en ensalada.
Sería banal en manos de cualquier otro, pero Proudhon no bromea cuando se trata del perfeccionamiento físico y moral de nuestra especie. Se sirve de su definición para negar el pasado y para soñar un porvenir terrible.
El arte perfecciona, convengo en elo, pero perfecciona a su manera, contentando el espíritu y no predicando, dirigiéndose a la razón.
Por otra parte, la defin:c:ón me preocupa poco. No es más que el reśúmen muy inocente de una doctrina de otro modo peligrosa.
No puedo aceptarla únicamente a causa de los desarrollos que le da Proudhon; en sí misma la encuentro obra de un bravo sujeto que juzga el arte como se juzga la gimnasia y el estudio de las raíces griegas.
Proudhon sienta esto en tesis general. Yo público, yo humanidad, tengo derecho a guiar al artista y a exigir de él lo que me agrada; no debe ser él, debo ser yo, 'no debo pensar más que como yo, no trabajar más que para