el derecho de escucharnos o de taparos las oídos. Vosotros nos proscribís, decís, a nosotros y a nuưestras obras. Intentadlo, y sentireis en vosotros tan gran vacío, que llorareis de vergüenza y de miseria.»
Nosotros somos fuertes, y Proudhon lo sabe bien. Su cólera no seria tan grande si pudiera aplastarnos y dejar libre el campo para realizar su sueño humanitario. Le mortificamos nosotros con toda la potencia que tenemos en la carne y en el alma. Şe nos ama, nosotros llenamos los corazones, sujetamos a la humanidad por. todas sus facultades amatorias,. por sus recuerdos y sus esperanzas, i Así cómo nos aborrece, cómo su orgullo de filósofo y de pensador se irrita viendo a la multitud apartarse de él y caer ante nosotros de rodillas! El la llama, nos rebaja, nos clasifica y nos pone en el último extremo del banquete socialista. Sentémonos, amigos míos, y perturbemos el banquete.
No tenemos más que hablar, no tenemos más que coger el pincel, y he aquí que nuestras obras resultan tan tiernas que la humanidad se echa a llorar, y olvida el derecho y la justicia para no ser más que carne y co+ razón.
Si me preguntais qué es lo que vengo a hacer en este mundo, yo, artista, os responderé: «Vengo a vivir plenamente.»