Ante todo, la verdad acerca del proceso y de la conderiación de Dreyfus.
Un hombre nefasto ha conducido la trama: el coronel Paty de Clam, comandante entonces. El representa por sí solo el asunto Dreyfus; no se le conocerá bien hasta que una investigación leal determine claramente sus actos y sus responsabilidades. Aparece como un espíritu borroso, complicado, lleno de intrigas novelescas, complaciéndose con recursos de folletín, papeles robados, cartas anónimas, citas misteriosas en lugares desiertos, mujeres enmascaradas que facilitan en la sombra pruebas abrumadoras. El imaginó aquello de dictarle a Dreyfus la nota sospechosa; él concibió la idea de observarle en una habitación revestida de espejos; es a él a quien nos presenta el comandante Forzineti, armado de una linterna sorda, pretendiendo hacerse conducir al lado del acusado que dormía, para proyectar sobre su rostro un brusco chorro de luz y sorprender su crimen en su angustioso despertar. Y no hay para que lo diga yo todo: busquen y encontrarán cuanto haga falta. Yo declaro sencillamente que el comandante Paty de Clam, encargado de instruir el proceso Dreyfus y considerado en su misión judicial, es en el orden de fechas y responsabilidades el pri-