negocios vuelvan a creencia de que hiriéndome deteneis una campaña de reivindicación perjudicial a los intereses de Francia.
Pues bien, señores, os equivocaríais absolutamente. Hacedme la honra de ereer que yo no defiendo aquí mi libertad; condenándome sólo conseguiríais engrandecerme; quien sufre por la verdad y la justicia se hace augusto y sagrado. Miradme bien: ¿ tengo yo cara de mentiroso, de sobornado, de traidor? ¿Por qué lucharé, pues? No tengo ambición política, ni pasiones de sectario; soy un escritor libre que ha consagrado su vida al trabajo y Imañana volverá a las filas a reanudar su labor su curso natural, y la interrumpida. ¡Qué necios los que me llaman italiano, a mí, nacido de una madre francesa, educado por mis abuelos, campesinos de Francia; yo que perdí a mi padre a los siete años y que sólo después de cumplir los cincuenta y cuątro fuí a Italia con el único objeto de buscar documentos para un libro! Ello no priva de sentirme orgulloso de que mi padre hubiese nacido en Venecia, la ciudad resplandeciente cuya gloria antigua cantan todos los recuerdos. Y aun cuando yo no fuera francés, ¿ los cuarenta volúmenes en lengua francesa cuyos ejemplares a millones circulan por el mundo me entero, no bastarían para hacer