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escuelas. Vivimos en plena anarquía, y cada uno de nosotros es un rebelde que piensa, crea y se bate por sí mismo. La hora es decisiva; esperamos a los que ataquen mejor y más recio, a aquellos cuyos puños tengan suficiente fuerza para cerrar las bocas; y cadá nuevo luchador abriga en el fondo una vaga esperanza de ser el dictador, el tirano de mañana. Luego ¡qué horizonte tan dilatado! ¡Cómo sentimos palpitar en nosotros las verdaɖes del porvenir! Si balbuceamos es apremiados por las muchas cosas que tenemos que decir. Estamos en el dintel de un siglo de ciencia y de realidad, y momentos hay en que vacilamos como hombres ébrios ante la gran claridad que se levanta ante nosotros. Pero trabajamos, preparamos la tarea de nuestros hijos, estamos en la hora de la demolición, cuando el polvo del yeso llena el aire y caen con estrépito los escombros. Mañana el edificio será reconstruido. Habremos tenido las abrasadoras alegrías, la angustia dulce y amarga del alumbramiento; habremos tenido las obras apasionadas, los gritos libres de la verdad, todos los vicios y las virtudes de los grandes siglos en su cuna. Nieguen los ciegos nuestros fuerzos; vean en nuestras luchas las convulsiones de la agonía, no obstante ser estas luchas