esos hijos de la hora actual que encuentran espiritual y distinguido abandonar la tarea para entregarse aparte a juegos inocentes? La democracia asciende, y colocan barquichuelos de papei en cubetas de agua, so pretexto de que no están calzados çon suficiente finura para ir a mojarse fuera.
II Pues bien, en literatura, como en política, creo que es necesario no sentir miedo ante los tiempos nuevos. Una literatura no muere sino con una lengua. Mañana aportará su obra, y tanto más amplia, así la espero, cuanto más parece agrandarse el hueco en el siglo xx.
Es imposible que asistamos a una agonía después de la prodigiosa actividad intelectual que distingue a nuestro tiempo; es seguramente un nacimiento, el comienzo de un gran período histórico.
¿ Qué siglo va a nacer? No puede decirse.
Pero i por qué no tener confianza y no esperarle con la serenidad que presta la fe? Sin duda que nuestra época literaria está singularmente turbada. Desde el desmoronamiento del tiempo clásico, hemos vivido en la anarquía de los estilos; la catedral gótica se derrumbó luego, como aquellas ruínas ficticias