Cuando nos quedamos solos, el inglés fijó sus ojos en mí, y exclamó:
— ¡Qué gente esta, señor!.. ¡Ese judío, El Gorro de doña Catalina y el otro, Guanaco, son todos rizos de la misma vela!. .. Créen que el oficio de sleeping partner.... ¿Sabe? de «sócio dormilón», les vá á llenar el bolsillo sin hacer nada! ¡A fuerza de ser pillos son zonzos! ¡El «dormilón» si quiere ganar, debe ser liberal!... Eso es lo justo, ¿no le parece?...
— Bueno. —dije por decir algo— pero entre amigos...
— ¿Amigos? .. ¡Esos!... ¡Pero si los conozco tanto como á Vd. ó como al diablo!
— ¡Ah!.... Como le oí hablar del Gorro de doña Catalina y del Guanaco...
— ¿Vd. los conoce?
— ¿Yo?.... ¡No!.... ¡Me llamaron la atención los nombres, no más!...
— ¿Qué nombres?
— Los de ellos.
— ¡Ah!.... ¿Y Vd. crée que esos nombres son de ellos?... Si estos tiburones se designan por apodos no más.... Es costumbre de los loberos y de los buscadores de oro— sus víctimas— que ellos han tomado, en su afán de tomarles todo! ¿No es de aquí Vd?
— ¡No señor!
-¡Yo tampoco!... ¡Ni quiero ser!... ¿Y se vá á fondear aquí, en esta caleta de tiburones, ó sigue viaje?
— ¿Yo?... Vea; no sé... ¡Anoche me han pelado en la ruleta y no conozco á nadie, ni tengo un peso!
— ¡Ah! ¡ah!.... ¡Conozco!... ¡Eso se llama estar á pique en, veinte brazas!.... ¡Oh! ¡Oh!.... ¿Quiere un remolque?.... Tengo mi cútter ahí, en la bahía: se llama The Queen y es chiquito, pero marinero!... Si gusta, hay lugar á bordo