— ¿Vé?.... ¿Qué le dije, compañero?.... Ya tenemos todo; plata, provisiones y herramientas! No hay mas obligación que darles á los Cerro el veinte por ciento liquido, venderles de preferencia los artículos y llevarles gratis á Ushuwáia un pequeilo contrabando de mercaderías... ¡Estos Cerros sí que saben ser «dormilones»! ¡Amigo, qué noche tenemos que pasar!... Cuando la suerte se acerca, hay que festejarla: ya somos ricos!
Y nos divertimos como puede divertirse uno en Punta Arenas: oyendo canciones marinas entonadas en los cafés por los concurrentes aficionados, viendo jugar ó jugando algunas partidas de náipes y bebiendo brandy y whisky á todo lo que daba el garguero, especialmente el de mi nuevo amigo, que era casi sin rivál.
Punta Arenas nocturno es una especialidad: la bebida y el juego son las diversiones casi exclusivas de la población y alternan con las representaciones de ocasión que suelen darse en la sala de tal ó cual bar espacioso, sin que impidan á los concurrentes satisfacer su gusto favorito, ya sean las cartas ó la botella.
Como se comprenderá, en estos jolgorios no faltan damas, de aquellas, por supuesto, que son como el desecho de todas las ciudades del mundo y que ván allí, atraídas por la generosidad proverbial de los loberos y de los lavadores de oro que, al regreso de sus expediciones peligrosas, no son por cierto exigentes ni descontentadizos.
Al día siguiente, que comenzó á las trés —hora en que en mi tierra las gentes acostumbran á usar aún lúz artificial, si llegan a hallarse despiertas por un evento— nosotros empezábamos nuestras operaciones de carga.
Embarcamos á vista y paciencia de todo el mundo, no solo nuestras provisiones, sinótambién las mercaderías pa-