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EN EL SIGLO XXX.

y no su cariño. Muchos enlaces se conocían como aquél. Así marchaba la complicada maquinaria social.

Momentos después, mientras el autómata dirigía sus ruedas delanteras hacia la ciudad, Parelia, Andros y Filos no pudieron hacer menos que reir—reir mucho del incidente.¡Pobre Adamiro! Conociendo como conocían y comprendiendo como comprendían las costumbres y la educación imperantes, sin embargo, no podían explicarse cómo se hiciera acción semejante con un inocente niño! Ni una caricia, ni una demostración de humanidad... ¡Aquello era tiránico! ¿Dónde estaba el sentimiento de la maternidad, siquiera por el sufrimiento que causaba la concepción? El siglo XIX compadecería al nuestro, á este respecto. Y eso que aquel siglo no fué muy trigo limpio! Pero su organización social era más pura, más armónica en ciertos sentimientos y afecciones.

—¡Si es este el perfeccionamiento de las razas..!—dijo Andros.

—¡Cómo será en el porvenir!—lo interrumpió Filos.

—¡Un nuevo mundo! Pero qué mundo!-agregó Parelia.

—¡Quien sabe!-exclamó Andros.—Ha mucho tiempo que impera el reinado dc la mentira. Por ahí comienza el desmoronamiento de los pueblos, mientras la naturaleza se enriquece y no degenera nunca—«porque la naturaleza no miente.» La raza del pájaro del siglo XIX, el ruiseñor, existe aun boy: no ha variado ni de plumaje ni canto; pero el bombre, su raza, no es ni una sombra de lo que fué, según afirmaba nuestro sabio maestro[1]. ¿Recuerdas, Filos, sus lecciones?

  1. Edgardo Quinet—«El Espíritu Nuevo»