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EN EL SIGLO XXX.

necesario saber quién se casaba y con quién, cómo sería el ajuar ó la canastilla de bodas, cuánto tenia de dote la prometida, si el divorcio de éste y de aquella se realizaba, cuánto había heredado Venturita, si el suicidio de Magdalena era cierto, si aquella dama de marras seguía en amores, entre gallos y media noche, con el Fulanito, en fin, lo que se decía, lo que corría, lo que se aseguraba y lo que se murmuraba. ¡Con tanta noticia, bien podían pasar el tiempo!

-¡He, ahí, lo que se selecciona en los salones!—exclamó Andros, sarcásticamente.

—Vanidad, frivolidad, chichisveo, mentira y apariencia: moda!... Nada más,—agregó Filos.—¡Valiente conntingente moral para formar espíritus varoniles, inteligentes, y mujeres sensatas, buenas hijas y mejores madres! El salón de hoy, saturado de perfumes y de indiferencia lleva á las aguas del olvido la armonía del hombre en la humanidad, y, si la desgracia azota al hombre algún día, permanece solitario como la palma del desierto, ó sin valor moral para soportar aquel peso, se suicida. ¡Cuán amargo es esto y cuán desconsolador!

—Y, sin embargo, nos creemos una sociedad bien organizada; y,en consecuencia, esperamos un porvenir de color de rosa.¡Cómo vivimos soñando!—concluyó por decir Parelia, en momentos que llegaban á su hogar amado.

Dos horas después, Andros escribía en su gabinete la jornada XIII del libro, basada sobre las impresiones y reflexiones de todo lo que había oído y visto. No omitió el más insignificante detalle. Se hubiera dicho que escribía