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EN LA BRECHA.

se habían hundido para siempre, héroes de alma antigua.

El campo estaba, pues, preparado. Había recuerdos que hacían brotar el pensamiento, como un sol ardiente arranca de las entrañas de la tierra, las flores más ricas en matices. Las almas eran jóvenes y las tendencias artísticas venían acumulándose de mucho atrás.

El día que Cimabue encontró al Giotto modelando en la arena una rústica cara, nació la era brillante del Renacimiento. El poderoso soplo alcanzaba á los descendientes del viejo Aronel.

Originado en Italia, el hermoso incendio del retorno á las bellas épocas del arte, debía quemar con su fuego sagrado las almas de todos los hombres de pensamiento elevado.

El Romanticismo fué un deslumbramiento, un volcán. Las nuevas ideas derribaron á las antiguas del trono del Favor Público, y la revolución quedó hecha.

¡Pero qué luchas! ¡Qué discusiones! ¡Qué de cartuchos quemados de una y otra parte! Como leones se batieron clásicos y románticos. Estos tenían por lábaro el entusiasmo por la libertad, el amor exaltado por lo nuevo, y aquellos, la desesperación de los Reyes por derecho divino, que buscan en vano un apoyo en instituciones que se derrumban ante el mismo soplo que á ellos abate.

Fuera, pues, mi tarea demasiado atrevida, si pretendiera abrir juicio en medio del ardor de un debate como aquél; pero felizmente para todos, no se trata de ninguna revolución en el arte, capaz de turbar los criterios, é impedir por ahí, que la verdad, que la· simple y pura verdad, sea dicha.