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XV
Prólogo

Los antiguos bardos unían al don de la poesía el de la música. Nadie dirá que Rosalía haya hecho otro tanto, mas yo afirmo que si hubiera querido, le sería fácil. Era un temperamento por entero musical. De haber tenido una educación a propósito, hubiera sido una tan gran compositora como fué gran poeta. A semejante condición debió sin duda que, sin intención — y no como un motivo de simple técnica—, obedeciendo tan sólo a la cadencia, que era en ella una facultad dominante, hubiese sido la primera en España a romper con la métrica usual en su tiempo. Causó su innovación tanta sorpresa, que su libro En las orillas del Sar fué, por de pronto, mirado, desde este punto de vista, como un atrevimiento indisculpable, por unos; para los más, como un enigma. Todos se detuvieron para juzgarlo, concluyendo por confesar que las nuevas combinaciones de que hacía alarde, ni las admitía la costumbre, ni las comprendía su oído. Sin embargo de ello, las dudas fueron de un momento. Los que rechazaban la novedad y los que con ella asentían callaron, pero pronto vinieron otros que, rompiendo también con lo establecido, la