de Rosalía, sin perjuicio de admirar sus similares gallegas; porque en éstas, al hacer literaria un habla popular, todo estaba permitido, al paso que en las otras había reglas sagradas que observar.
De absurda y desgraciada debió calificarse entonces la suplantación del heptasílabo por el octosílabo en combinación con el verso de once sílabas, contra lo que era uso:
Todo lo ves, y todos los mortales
Cuantos en el mundo habitan,
En busca del alivio de sus males,
Tu blanca luz solicitan.
Unos para consuelo de dolores;
Otros tras de ensueños de oro
Que con vagos y tibios resplandores
Vierte tu rayo incoloro.
Y otros, en fin, para gustar contigo
Esas venturas robadas,
Que huyen del sol, acusador testigo,
Pero no de tus miradas.
Y el mismo octosílabo, combinándose en muchas composiciones del libro, también contra lo corriente, con el verso de diez, que sólo se empleaba con el de seis y el de doce sílabas:
A través del follaje perenne
Que oir deja rumores extraños,
Y entre un mar de ondulante verdura,
Amorosa mansión de los pájaros,
Desde mis ventanas veo
El templo que quise tanto.