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XXIII
Prólogo

tenían en su corazón y eran de su sangre, derecho a sus plegarias.

No muy lejos de aquellos lugares, para ella sagrados, al pie del «altivo Miranda», se levántala casa solariega de los de Castro, en donde arraigó la noble estirpe de la cual procedía. Puede afirmarse que allí nació Juan Rodríguez de Padrón, el primer poeta que tuvo Galicia en el siglo XVI, así como ella lo fué en el XIX. Todavía se conserva en el viejo palacio un arco ojivo que declara la antigüedad del solar y el poder que desde aquella morada se ejerció en otros tiempos. Como suyo le tuvo el glorioso autor de El siervo libre de amor, en cuyas páginas se halla la primera, exacta, más cariñosa y más importante de las descripciones de los campos, que rodean la vieja Iria, a la manera que En las orillas del Sar se recuerdan y ensalzan en versos inimitables.

Y era que en su sangre llevaba el amor á aquellos lugares y gentes que los poblaban. Gracias a este sentimiento que dominaba todo su ser,