V
En cada fresco brote, en cada rosa erguida,
Cien gotas de rocío brillan al sol que nace;
Mas él ve que son lágrimas que derraman los tristes
Al fecundar la tierra con su preciosa sangre.
Henchido está el ambiente de agradables aromas,
Las aguas y los vientos cadenciosos murmuran;
Mas él siente que rugen con sordo clamoreo
De sofocados gritos y de amenazas mudas.
¡No hay duda! De cien astros nuevos, la luz radiante
Hasta las más recónditas profundidades llega;
Mas sus hermosos rayos
Jamás en torno suyo rompen la bruma espesa.
De la esperanza, ¿en dónde crece la flor ansiada?
Para él, en dondequiera al retoñar se agosta,
Ya bajo las escarchas del egoísmo estéril,
Ó ya del desengaño á la menguada sombra.
¡Y en vano el mar extenso y las vegas fecundas,
Los pájaros, las flores y los frutos que siembra!
Para el desherado, sólo hay bajo los cielos
Esa quietud sombría que infunde la tristeza.