VI
Cada vez huye más de los vivos,
Cada vez habla más con los muertos,
Y es que cuando nos rinde el cansancio,
Propicio á la paz y al sueño,
El cuerpo tiende al reposo,
El alma tiende á lo eterno.
VII
Así como el lobo desciende á poblado,
Si acaso en la sierra se ve perseguido,
Huyendo del hombre que acosa á los tristes,
Buscó entre las fieras el triste un asilo.
El sol calentaba su lóbrega cueva,
Piadosa velaba su sueño la luna,
El árbol salvaje le daba sus frutos,
La fuente sus aguas de grata frescura.
Bien pronto los rayos del sol se nublaron,
La luna entre brumas veló su semblante;
Secóse la fuente y el árbol nególe,
Al par que su sombra, sus frutos salvajes.
Dejando la sierra buscó en la llanura
De otro árbol el fruto, la luz de otro cielo;