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Poesías
Y á un río profundo de nombre ignorado,
Pidióle aguas puras su labio sediento.
¡Ya en vano!, sin tregua siguióle la noche,
La sed que atormenta y el hambre que mata,
¡Ya en vano!, que ni árbol, ni cielo, ni río,
Le dieron su fruto, su luz, ni sus aguas.
Y en tanto el olvido, la duda y la muerte
Agrandan las sombras que en torno le cercan,
Allá en lontananza la luz de la vida,
Hiriendo sus ojos feliz centellea.
Dichosos mortales á quien la fortuna
Fué siempre propicia... ¡Silencio!, ¡silencio!
Si veis tantos seres que corren buscando
Las negras corrientes del hondo Leteo.