ENCUESTA FEMINISTA ARGENTINA ES PES
de la civilización europea, con siglos de vida y períodos de desastrosa decadencia,—no exista la ley de divorcio que pro- teja a la mujer contra los peligros de aquél.
Nada dcbe oponerse. a que la mujer invada y actúe en toda esfera de acción intelectual o científica. Esto no significa ercer que deba hacerlo en el campo de la política; a mi ver, en la actualidad, sería imperdonable error consentir tal absur- do. Podrá invocarse la acción del feminismo cu la política, en Europa y E. U. de Norte América. Mas, esos ejemplos nada prueban; fué en los pueblos de origen sajón donde las “su- fragistas” tuvieron mayor éxito; pero es hueno no olvidar. que de escs pueblos, nos dividen el origen, la psicología y has- ta razones étnicas.
La mujer latina no se ha hecho para las luchas de la polí- tica, donde se chcean egoísmos y personalismos. ¡No debe con- cederse el voto a la mujer! No nos anticipemos a la ley de los hechos y a la de un justo equilibrio. Peligra con ella la ar- monía y la estabilidad de la familia argentina. Un reciente pro- yecto de un legislador nacional, presentado al H. Congreso, por el que se concede el voto a la mujer, da la sensación de un exotismo más- negativo y regresivo que trata de implantarse. Es hora ya de que abandoremos la influencia tirana de un europeísmo que nos llegará, — caso de rendirle incondicional pleitesía,—a civilizar ricículamente. Está latente la acción del exotismo en las manifestaciones literarias y sociales: la medio- cridad de la mayoría en las primeras, y ej bizantinismo en la sociedad. Yo ereo, como lo sostiene Saúl Taborda en su her- moso libro, sobre “El ideal político de América”, que hay que refrendar a Europa. Y, es ella, la abuela vieja, que nos brinda esta metamérfosis de la mujer: su actuación en la política!
Sea ella, intelectual, científica, pero madre. Jue no pierda la virtud más sagrada que la dignifica: la entraña materna!
No es la política el campo propicio, aquí en América, para que la mujer desarrolle sus actividades, porque a lo naturalmen- te diáfano, nada hay que empañe más, que los egoísmos y pa- siones de la política militante.
Juan Ignacio Ceudoya.
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