ficados ó se pretenda paliarlos. Aquella matanza, aun considerada como obra de una exaltación patriótica, jamás debe disculparse: los pueblos deben combatir, no asesinar.
No es de este lugar referir los hechos que precedieron á la toma de México por los españoles. Limitámonos, en esta virtud, á apuntar el efecto que ese importante suceso produjo entre los antiguos mexicanos. Esto basta á nuestro propósito, porque él se relaciona con la sumision definitiva de estas comarcas al poder de los soberanos de Castilla, asunto principal de esta parte de nuestro Ensayo.
“Difundida inmediatamente la noticia de la toma de la capital, prestaron obediencia á Cortés las provincias del imperio, aunque faltaron algunas que todavía dos años después hostilizaron á los españoles. Los aliados del conquistador regresaron á sus países respectivos satisfechos y conten-