procedimientos para conseguir que cesase de correr sin fruto en Flandes la sangre española; pero sobre ser gratuito negar que Olivares empleara el influjo que con su Señor tenía para inclinarle á mostrarse más tolerante con Holanda, no se debe perder de vista cuan doloroso hubiera sido para Felipe IV conformarse á perder sin desnudar la espada todo el patrimonio de su glorioso antecesor Carlos el Temerario. La indignación del Rey ante la rebeldía de los vasallos por un lado, y por otro su conciencia de ferviente católico escandalizada por la contumacia de los Herejes, no eran sentimientos fáciles de sofocar en el corazón del Monarca español; y la tenacidad con que éste se obstinó en proseguir la contienda, aunque funesta para España, según después lo ha comprendido la serenidad de la Historia, es altamente disculpable, no sólo en Felipe sino en los mismos ministros y jefes españoles á cuyo cargo corría por aquel entonces el Gobierno de la Monarquía y el mando de los Ejércitos.
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