como era inclinado al desaliento ante los primeros síntomas del fracaso de sus múltiples é impremeditadas combinaciones políticas.
Tal vez la rebelión de Cataluña hubiera sido más fácilmente sofocada que lo fué á la caída de Olivares, aun sin hacer mayores aprestos marciales que los que entonces se hicieron, si en vez de ocupar el Solio de Don Fernando un Rey burócrata educado en la reciente escuela de Felipe II, hubiese ceñido la doble Corona de Aragón y de Castilla un Monarca aficionado á vestir la cota y á templar el ánimo en el estruendo de las batallas.
Adolecía Felipe IV de los defectos que la imparcialidad obliga á señalar en Felipe II y, cual las incorrecciones físicas de la raza de Habsburgo parecen acentuarse en los últimos vastagos de la augusta familia por efecto de los continuados enlaces entre parientes muy próximos, así también las cualidades morales de Carlos V y de Felipe el Prudente degeneran cuando buenas y