de su apogeo y merece que la posteridad le asigne el primer puesto entre los historiadores clásicos de su glorioso siglo.
Desde el término del noviciado hasta el año 1561 ilustra Mariana las Cátedras de la insigne Universidad Complutense y gana en buena lid la admiración y el aplauso de la gente docta. Llamado á la Ciudad Eterna por el general de la Compañía, permanece en Roma cuatro años, tan provechosos para su adelanto intelectual y científico como para los espíritus de cuantos oyeron de sus labios elocuentes las solemnes disciplinas del Escolasticismo, en el que fué siempre consumado maestro.
Dos años recibe Sicilia el bálsamo consolador de las valientes peroraciones del egregio hijo de Talavera y nueve asombra á París con la solidez de su doctrina y con el denuedo con que ataca por igual los errores de los herejes y los vicios de los ortodoxos.
Durante tan prolongada separación de la