llar en su Concejo ó por la criminal satisfacción de medrar en él á costa de sus cofrades. Allí donde la fantasía es pobre, las ilusiones son más limitadas y se positiviza el carácter. Tal sucede en Suecia. Contribuye á ello también eficazmente el clima en dos sentidos: en primer término, porque la monotonía del paisaje no puede ser un estimulante para la loca de la casa; en segundo término, porque la necesidad de preservarse de los perennes rigores atmosféricos obliga á todo ciudadano á trabajar para vivir, porque en Escandinavia no podrían subsistir esos Diógenes que por aquí vemos emitiendo al sol los vacuos preceptos de su demoledora filosofía.
Las condiciones intelectuales del alma sueca y las materiales condiciones de Suecia son en absoluto independientes de la doctrina religiosa en el país imperante y el alma tarda sometida al clima ingrato, no tiene alas para volar libremente y como nunca las tuvo, no siente la falta de ellas y circunscribe sus