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Sólo dos palabras me restan que decir para contestar á la elocuente y briosa peroración del señor González (D. Alfonso).

Empezaba S. S. censurando el abuso que hacíamos los que nos sentamos en estos bancos, de las citas históricas, sin darse cuenta que estas censuras alcanzaban en primer término al digno autor de la Memoria que discutimos.

El señor Elorrieta ha sido quien nos ha dado el ejemplo y nos ha trazado el camino con el simple enunciado de su notabilísimo trabajo. Titula el señor Elorrieta este trabajo la «Iglesia y el Estado ante la Historia y el Porvenir» y si hemos de ser metódicos en el examen de la Memoria, paréceme pertinente empezar por el estudio más ó menos somero de los antecedentes históricos del asunto, brújula que puede guiarnos en el dédalo de complicaciones que la cuestión presenta en sus aspectos presente y futuro.

El señor González (D. Alfonso) ha