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Página:Ensayosdecritica00zayauoft.djvu/268

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tratado de comprender bajo el común denominador de ultramontanos, reaccionarios ó tradicionalistas á cuantos con fe y entusiasmo defendemos aquí las creencias católicas; é importa mucho á mi seriedad y á mi delicadeza que antes de entrar de lleno en la refutación de las doctrinas expuestas por S. S., queden los campos perfectamente deslindados. Empiezo, pues, por declarar sin ambages ni rodeos, que yo no soy ni he sido jamás carlista sino monárquico, constitucional y dinástico; y todavía sostengo, respetando el fervor con que defienden los carlistas sus ideales, que impropiamente se llaman ellos tradicionalistas, porque ni en poco ni en mucho pueden considerarse sus aspiraciones políticas como el verbo de la tradición española. El Gobierno con que sueñan los secuaces del Pretendiente es, con ligeras variantes, el Gobierno absoluto importado de Francia después de la Guerra de Sucesión y que dista tanto de la tradición genuinamente española, como aquel otro Gobierno