La cuarta sección del libro del Sr. Mesa, titulada «De la vida» revela idéntico estado de ánimo, si bien algunas veces, como, por ejemplo, en la crónica que El Liberal premiara, la nota negra está dada con tal tino y sobriedad, que logra conmover profundamente al lector.
La misma cualidad resplandece en «La musa ignorada», precioso episodio en que el viajero evoca el recuerdo de la obscura mujer que desde el rincón de una capital de provincia ha sido la constante inspiradora de sus desahogos de poeta.
«Las tristezas del domingo», «El ogro», «Almas desnudas», «La muerte es la paz», «Por la mentira» y «Las dueñas chicas», son también pasajes saturados de desencanto, de escepticismo demoledor, de risa irónica.
Ni aun en «A rey muerto...», en donde el deseo y la esperanza voluptuosa de reemplazar al hijo perdido atenúan el dolor con que la muerte desgarró el corazón de los padres, se consuela el ánimo apenado del lector. El dejo