conspiración famosa, que la multitud con gracia espontánea, apellidó «jornada de los candidos».
Cuando vuelve á encenderse la guerra civil, el Cardenal extrema las medidas de rigor y decide imponerse derramando sin compasión sangre aristocrática. Confina á Bruselas á María de Médicis; somete á Gastón de Orleáns, vence en la batalla de Castelnaudary al Condestable que perece ajusticiado; derrota en la Marfée al Conde de Soissons que sucumbe en la refriega; condena á muerte á Cinq-Mars por conspirar en pro de los intereses españoles, resentido con el Ministro porque ponía obstáculos á su boda con María de Gonzaga; é inmola al joven De Thou por no haber denunciado la conjura. De esta suerte logra Richelieu que su nombre se respete y que su autoridad se acate en el interior del país, sin descuidar por eso su magna política extranjera, en la cual no se sabe qué admirar más, si la sagacidad en los tratos ó la presteza