estas dos razones: O porque creen que los extranjeros se hallan en mejores condiciones que nosotros mismos para estudiar, apreciar y comprender nuestro carácter, ó porque estiman que la verdad rigurosa no es condición necesaria en poesía; y admitida esta afimación como inconcusa, encuentran más pintoresco y poético el aspecto tragi-cómico bajo el cual nos describen á los personajes de ayer Madama d'Aulnoy y los cronistas de su laya, que no el aspecto noble y heroico bajo el que nos los pinta Cánovas del Castillo.
Veamos hasta qué punto es posible aceptar la validez de ambas disculpas.
Por ¡o que se refiere á la primera, me atrevo á afirmar desde luego que, de una manera absoluta, no puede aceptarse. Lo único que quizás pueda admitirse es que el extranjero percibe con mayor intensidad que el indígena lo general y característico en las costumbres, en la indumentaria y en los rasgos típicos de las facciones españolas; que tal vez recoja