Obligado por este mandato de la mayoría, el doctor Rawson, que había hecho una oposición tan enérgica y temeraria al asunto, puso su firma al lado de la de sus colegas, creyendo que, «por el hecho de haber manifestado públicamente su pensamiento, salvaba su responsabilidad ante sus conciudadanos y ante la historia.
No ha sucedido, desgraciadamente, así; y más de una vez se ha visto aparecer, en medio de las agitaciones de las luchas políticas que nada respetan, lanzado, á veces, por personas caracterizadas, anónimo, otras, el cargo, dirigido contra el doctor Rawson, de haber contribuido á acordar la suma del poder público; arrojado con el fin de aminorar la alta influencia moral de que este eminente argentino se ha hallado revestido. Pero, los antecedentes del hecho, que dejo fielmente relatados, muestran hasta qué punto ha sido injusta esta acusación; y vienen, una vez más, á consolidar en su verdadero pedestal la personalidad política y moral del doctor Rawson.
Si esto no fuese bastante, si hubiese todavía empeño en oscurecer la verdad de los hechos, iluminada por los antecedentes referidos, bastaría conocer el inmenso júbilo con que el doctor Rawson recibió y trasmitió á sus conciudadanos la feliz noticia de la desaparición del régimen que por espacio de veinte años había sido la vergüenza y el escarnio del pueblo argentino, para comprender que el hombre que se expresaba en términos tan entusiastas y tan patrióticos, no pudo nunca, sino obligado por la mayoría, poner su firma á un proyecto que importaba la negación de sus principios morales y políticos.
El 28 de febrero de 1852, según un testigo presencial, el