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Página:Esmeraldas (Cuentos mundanos).djvu/38

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BAJO EL ALERCE

Aun cuando ya tenga mi medio siglo —altura a que no se muestran los colores en el rostro con mucha facilidad— me ruborizo cada vez que me encuentro con la señora viuda de López: no me abochorna confesar esta debilidad, hija de un recuerdo de mi niñez.

Es uno de esos recuerdos penosos que tiene uno y que no son para borrarlos ni por el tiempo ni por la reflexión.

Para que se vea que no es nada malo, voy a referir mi incidente y juro por las canillas de mi abuelo que no se me podrá acusar de corruptor de las costumbres y que mi cuento lo puede leer cualquier niña soltera, aunque tenga más de treinta primaveras confesadas sin haber oído repiquetear en su oído una de esas declaraciones formales, que son para nuestras mujeres como es el a formar para nuestros soldados.

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