formaciones, cuántas alternativas! Se diria que la naturaleza escojiera ese lugar para, en sus horas de buen humor, estretenerse en jugar con él!
A nuestro frente se levantaba un gran cerro que se prolonga como un inmenso promontorio hácia el sur, haciendo que el camino tome ese rumbo. Antes de dar vuelta, dejamos a nuestra izquierda el cajon del Morado, honda i estrecha quebrada, emparedada de cimas amarillentas i grises, de donde baja un bullicioso torrente que va a engrosar el caudal del Yeso. Sobre el torrente, la naturaleza se ha encargado de construir, por medio de un farellon desprendido de las alturas, un puente de bastante consistencia i que tuvimos ocasion de contemplar de cerca.
Siguiendo rumbo al sur, teniamos a nuestra derecha el rio, que arrastraba dificultosamente sus aguas por entre los peñascos que estorban su curso; a nuestra izquierda, una ramificacion de cordillera, a cuya falda caminábamos con bastante facilidad; al frente, i como un faro, el volcan San José, levantando a las nubes los bordes de su escoriado cráter i luciendo a los rayos del sol sus espaldas cubiertas de un manto de vivísimos i variados colores.
En todo este trecho, hasta doblar al este, se encuentran a cada paso grandes trozos de lavas arrojadas por el volcan San José, en su última erupcion