chamantos o chalones i las monturas, lo que, como debe suponerse, quedó arreglado en un momento. Uno de los esploradores, llevaba formando parte de su equipaje i por si podian ofrecerse, un paquete de mondadientes.
Dirijímonos todos a un elegante comedor cuando sonaban las siete: pocos momentos despues se daba por terminado el desayuno.
Sobre la mesa quedaban tres bizcochos.
El señor Vicuña Mackenna, que hacia los honores de casa con esa franqueza i cordialidad que le caracterizan, al levantarnos ofreció a varios los tres bizcochos; pero sea porque muchos se veian por primera vez, sea por etiqueta, sea porque aun no se habia desarrollado entre los miembros de la comision esa cordialidad esquisita, que fué mas tarde el encanto de nuestra escursion, lo cierto es que ninguno aceptó.
—Vaya! Vergara, sírvase.
—Psh! dijo éste; un morenito regordete i de buen humor, estos sirven para tomarlos con agua en el camino.
Alargó la mano e hizo pasar a sus bolsillos los consabidos bizcochos, ocasionando con esto una franca i unánime carcajada. Desde ese momento Vergara quedó designado para jefe del rancho. La prueba habia sido majistral, i los hechos probaron mas tarde que el golpe de vista del intendente no le habia engañado.
Casi al mismo tiempo suena un silbido, que era