ballo, que salió como una flecha, remontando la cuesta del Inca por entre inmensas rocas, por donde apénas puede pasarse a pié con gran dificultad.
El caballo parecia tener alas: bien pronto dejó atras a sus perseguidores. Con todo, siempre corria i corria...
En su desenfrenada carrera, habia tomado por el angosto sendero que conduce a la Laguna, sendero i laguna que le eran completamente desconocidos, como a la mayor parte de los que viajan por el Portillo. Al llegar a la cima alcanzó a distinguir las carpas, donde se refujiaba poco despues, rendido, casi exánime, salvándose milagrosamente de una muerte segura.
—Pero, señor, decia, cuando, ya repuesto, contaba su triste aventura; ¿quién se habia de imajinar que ese pobre manco, que apénas andaba, saltara los peñascos en el airecito? Si parecia cosa de encanto, por Diosito! Volaba, señor, i a él le debo, despues de Dios i de María Santísima, que haya escapado con vida. Voi a cuidarlo mas que a la niña de mis ojos.
Este trájico suceso fué puesto en conocimiento del intendente, quien, al otro dia, despachó a Pacheco para Santiago con un pliego para el comandante Chacon.
El criminal fué capturado, pero, no habiendo prueba plena, fué puesto en libertad despues de algunos dias de encierro.
A las doce de la noche no se sentia, a los alrede-