dores de las carpas, mas ruido que el de las olas al deslizarse por la playa, el zumbido del viento al azotarse contra los peñascos, los jemidos de las quebradas y los prosaicos ronquidos de algunos compañeros.
VIII
Antes de las seis de la mañana, todo el mundo se hallaba en pié, prontos todos para iniciar los trabajos.
La mañana estaba lindísima i tan tentadoras las dulces aguas de la laguna que casi todos nos dimos un baño; eso sí que, con escepcion del jóven lord, nadie tuvo la humorada de volver a zabullirse, no porque las aguas fueran heladas, sino porque... era imposible quedar un segundo dentro de ellas.
El frio no fué tan rigoroso como se temia; al despuntar la aurora, el termómetro Reaumur marcaba cuatro grados sobre cero; sin embargo, a algunos les hacia, de cuando en cuando, tocar castañuelas con los dientes.
El comandante Vidal, a pesar de no haber el aparato necesario, se sirvió de uno de porcelana para determinar el grado de ebullicion del agua. Para hacerlo, usó agua obtenida de la nieve mas limpia, dando por resultado que la ebullicion se verificaba a los 90° 6 Centígrado.
Cuando se ordenó a uno de los mozos, a quien se