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La pesca por medio del corral, prescindiendo de las escepciones, solo comienza con el novilunio de mayo i termina con el de setiembre, esto es, se pesca en cinco temporadas del año, siendo la duracion de cada una de 4 a 6 dias. La falta de luz en las marcas nocturnas permite al pescado que salve sin temor la barrera del corral, empujado por la creciente de las aguas, i distrayéndose en busca del alimento que les proporcionan las playas o los acarreos del arroyo que se vácia en el corral, no atiende al lazo que lo encierra i condena a quedar en seco con la vaciante del mar.

Por consiguiente, las mareas nocturnas son las mas adecuadas i las creces del invierno las mas aparentes al objeto. Los flujos de los meses de junio i julio son los mas interesantes para los pescadores, porque el pez, a mas de encontrarse gordo, lleva consigo el cuñen, o sea, sus huevos en sazon, de que hacen mucho aprecio. El mes de setiembre no es apropósito: comienza la incuvacion de los huevos, el pez se enflaquece i se retira a playas solitarias; tal, al menos, es la opinion de personas observadoras i que creemos fidedignas.

Enmendado el corral, esperan las mareas del novilunio, que deben verificarse poco mas o menos a la média noche, las cuales les ofrecen los primeros tributos. Pero en la renovacion del corral se observan ciertas ceremonias acompañadas de algunas preocupaciones, de las que se resienten todos los pescadores mas en los isleños raya en lo ridículo.

Terminada la operacion del corral se procede a castigarlo por medio de los mismos operarios que trabajaron en él. Cada individuo se provee de un manojo de ramas de laurel con el cual golpean la pirca hasta destrozar su haz, concluyendo por enterrar el resto de dichas ramas al canto interior del muro i hácia el centro del arco que forma el corral. Esta operacion, calificada por castigar, no les da cuenta del objeto que ella tiene, no obstante de que el castigo es cosa indispensable.

La causa de tal proceder es la de sembrar de fragmentos el interior del corral, como asimismo el embadurnar las piedras con el aromático zumo del laurel, verdadero anzuelo que echan al pez i que debieran calificar por "poner la carnada." Esta operacion, como dejamos dicho, la ejecutan sin darse cuenta i siguiendo tan solo una vieja práctica de los indíjenas.