Página:Estudios de lírica contemporánea.djvu/34

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éste en la esfera de la experiencia subjetiva. Desde un punto de vista lógico-lingüístico, Hamburger establece la imposibilidad y la no peninencia de veri■car la identidad entre este yo lírico y el autor empírico, entrcel campo de experiencia del enunciado lírico y la experiencia vivida real del poeta, en tanto el objeto no aparece en el poema sino subsumido en el sujeto, el enunciado “opacado"-y absorbido en una casi pura _enunciación (con lo cual es evidente que la investigación de correspondencias entre vida y enunciación lírica carece, justamente, del grado imprescindible de objetividad, si es que no resulta de hecho imposible). No obstante, esta lógica del género parece haber contribuido a la identi■cación, históricamente dominante, entre la imagen del hablante lírico y la imagen institucional del’ poeta (precisamente porque el primero es siempre un “sujeto de enunciación real”, más allá de que el objeto del enunciado sea de carácterimaginario o “■ccional"). Para Walter Mignolo-(l984) “el rol social correspondien- te a la institución es el del poeta, y también lo es el rol textual. La narrativa, en cambio, nos ha brindado una perspectiva diversa, al hacemos comprender que el narrador ■cticio no necesa- riamente debe ser un poeta o un escritor, sino que puede ser, ■ccionalmente, cualquiera de los roles sociales concebibles (. . .) . En poesía, en cambio, no encontramos otra imagen textual sino la del poeta”. La generalización de esta imagen parece con■rmarse cuando apelamos a de■niciones más vulgarizadas: “Desde la antigüedad, la lírica es la forma poética en la que se expresa el sentimiento personal del autor" (Marchese y Forradellas, 1986). Es sin duda durante el Romanticismo que este tipo de subjetividad lírica alcanza su momento de mayor solidez, y a la vez toca a su ■n. A partir del simbolismo francés, las poéticas y los poemas se empeñan precisamente en restablecer la distancia y la distinción entre sujeto textual y poeta real. “La lírica de vanguardia contribuye también a establecer esta distinción, en la medida en que la imagen del poeta que construyen los textos se aleja de la imagen del poeta que nos provee nuestra concepción del hombre y de la sociedad” (Mignolo W., l984).(6) En este sentido, si la poesía del siglo XX es antidiscurso, lo es antes que nada en relación con un código genérico tradicional que asentaba su identidad en la estabilidad del sujeto que postulaba. De acuerdo con esto. y casi paradojalmente, la poesía de Juan Gelman aparece como un trabajo propiamente lírico en tanto antidiscursivo, lo que signi■ca aquí; contra el sujeto, contra el “yo lírico”. Ataque que se sotiene mediante la incorporación de registros antipoeticos, que introducen a su vez tipos de subjetividad anómalos: en “un viejo asunto”, un sujeto muy próximo a lo que Hamburger denomina “enunciación teórica” y que correspondería en este poema al hablante del discurso historiográ■co; en otros poemas, un sujeto casi equivalente al narrador ficcional, como en “Velorio del solo", y especialmente en algunos poemas de Gotán (“Anclao en París", “A la pintura", “María la sirvienta"). Sin embargo, estas diferentes subjetividades no son estables a su vez. No sólo porque su inclusión en un contexto poético las aproxima al yo lírico en tanto expectativa de lectura. También porque, lejos de una ■delidad al imperativo ideológico-politizante de las poéticas del sesenta en su versión más dura, Gelman las superpone y las cruza con el hablante poético tradicional. Los materiales impropios entran al texto como tales, para pugnar por el espacio verbal, y generan por consiguiente un con■icto lingüístico-literario que no se soslaya y que se constituye en el generador bipolar (o plural) de la escritura gelmaniana, tal que tiende a reconforrnar desde dentro las pautas del género. por tanto no dirige su enunciación hacia el “polo objeto”, sino que absorbe y metamorfosea a