rasgos generales de ambigüedad del signi■cado y oscurecimiento del referente, se acentúa el carácter autorreferencial del lenguajepoético y el carácter ficcional del enunciador (4). S in la pretensión de plantear aquí la naturaleza propia del sujeto lírico, marcamos estas dos tendencias opuestas en las prácticas poéticas del romanticismo y la poesía de vanguardia para destacar la importancia del simbolismo en este proceso hacia la fractura, y delimitar en qué sentido y en qué grado afecta éste al tratamiento del sujeto en la poesía de Ungaretti. Contextualizaremos pues culturalmente el problema. La crítica especializada en la poesía de Ungaretti ya ha señalado con insistencia la profunda vinculación de su obra con el simbolismo francés y en particular con la poesía y las concepciones del arte de Mallarmé y Rimbaud. Interesa aquí esta relación tan solo por un aspecto: el valor metafísico otorgado a la palabra, ya que en esta cualidad esencial del verbo poético sirnbolista se hallan las bases del distanciamiento del sujeto textual con respecto al sujeto empírico-autor que caracteriza la lírica contemporánea. (5) . Es Stephane Mallarmé quien, sometido a una constante obsesión por lo absoluto, ha exigido con mayor rigor la necesidad de implantar en la poesía una marcada distancia entre el sujeto textual y empírico: “la poesía es una elaboración exacta de las palabras con el fm de que lleguen a ser una voz que oculte al poeta no menos que al lector"; “la literatura consiste en eliminar al señor que queda al escribirla”. (6). Esta insistencia que deviene premisa irrevocable de su arte, origina una voz lírica que no sólo no remite a un sujeto-autor, sino que anula la posibilidad de ser vinculada con lo humano; ésta es más bien un centro neutro, indetenninado y “suprapersonal” (7). En su afán por alcanzar la idea pura, Mallarmé destruye el orden de lo real, rehusa la descripción objetiva aplicando el “extrañamiento" a todo elemento que recrea ptréticamente, movimiento que incluye también al sujeto de la enunciación. De allí la negación de una imagen de■nida y personal del sujeto del enunciado. “¿Para qué la maravilla de ¿transportar un hecho real en su casi desaparición vibratoria de acuerdo con el juego de la palabra, sino para que de ella emane, sin el estorbo de una signi■cación próxima o concreta. Ea noción pura?"‘, declara Mallarmé revelando su objetivo: liberar las cosas de su materialidad, del tiempo, el espacio y el azar que gobieman la esfera de lo contingente, así como del desgaste de las palabras con las que comúnmente se las designa. De esta manera, solo el lenguaje puede instaurar y cobija: lo absoluto que, precisamente por este proceso de desrealización o de destrucción de lo objetivo-empírico, se convierte en sinónimo de la nada. ÏPor todas estas características el discurso poético de Mallarmé se aísla, adquiere consistencia y valor en sí pues no está exigido a mentar lo real; deviene entonces un constructo- “cosa” de carácter autorreferencial (8) pero también ambiguo y plurivalente porque,‘ como ya se dijo, intenta romper con la comunicación práctica. El puro espíritu que Mallarmé pretende nombrar debe nombrarse con un nuevo lenguaje y sólo por éste y en este existe. _ Ungaretti, ‘como Mallarmé, sostiene la necesidad de crear una palabra de potencia evocadora y sugerente: es más, los mecanismos propuestos para lograrlo son semejantes a los empleados por el francés (9). Sin embargo, lo más importante de la herencia sirnbolista con respecto al tema que nos ocupa, y por lo que se consideró imprescindible recordar la poética de Mallarmé, es que para Ungaretti tiene también la poesía un valor trascendente: es misterio, palabra mágica que Por sus cualidades enunciativas y referenciales que podrían resumirse en los
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