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Página:Estudios históricos por Lord Macaulay - Biblioteca Clásica XVI (1879).pdf/429

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Federico el Grande.

saciones privadas. Sabía Mitchell, embajador inglés en Berlin, que S. M. sostenia larga correspondencia con Voltaire, en la cual trataba sin ambajes de sus negocios de Estado más importantes, y juzguese de su asombro al oir al Rey cierto dia que su caro corresponsal íntimo era un miserable sin corazon.

A su vez, el poeta no iba en zaga á Federico, y cuando le ocurria emitir su juicio sobre él lo hacía con el ménos respeto posible. Sin embargo, experimentaba por el monarca prusiano, al propio tiempo que odio y desprecio, afecto y admiracion; sentimientos opuestos que se sucedian en su ánimo continuamente, y hacian del patriarca de Ferney un tipo semejante al de los chicos mal criados que pasan en un cuarto de hora de la risa al llanto, y de las caricias á los golpes. A fuer de francés, deseaba el triunfo de su patria, y como filósofo el sostenimiento de un colega en el trono, y por tal manera queria salvar y abatir á Federico; pero sólo tenía un medio de conseguir la realizacion de sus encontrados deseos, cual era el de que la intervencion de la Francia lo libertara de sus enemigos, sabiendo el favorecido que debia tan útil auxilio á la mediacion suya: tal era la venganza por extremo singular en que soñaba el poeta, imaginando que desde su apartado retiro de los Alpes podia dictar la paz á Europa.

D'Estrée habia dejado el mando del ejército de Hannover y encargádose de él Richelieu, el cual hasta entonces sólo era conocido por su ventura en lides amorosas. En efecto, Richelieu merece sin duda ocupar el primer puesto entre todos los seductores de profesion de que dan cuenta más largamente las novelas de Crebillon hijo y de Laclos, tanto, que no satisfaciéndole los triunfos que alcan-