diendo por esta causa la Europa que todos los pueblos de Alemania no formaban sino es uno sólo cuyo verdadero jefe supremo podria llegar á ser Federico, y cuya capital seria, tal vez, Berlin en plazo no lejano (1). Así lo comprendieron los alemanes, y de aquel momento histórico data ese espíritu teutónico cuya resurreccion en 1813 libertó del yugo napoleónico á la Europa central; espíritu que áun vela en las orillas del Rhin y la preserva de nueva servidumbre (2).
Tan memorable jornada, no tuvo sólo resultados políticos, porque áun cuando nunca supo Federico apreciar ni comprender su lengua materna, áun cuando siempre consideró á la Francia como patria privilegiada del buen gusto y de la filosofía, contribuyó, sin darse cuenta de ello, y tal vez sin quererlo, á emancipar del yugo extranjero al genio aleman; y derrotando á Soubisse en Rosbach, creó en cierto (1) Conviene tener en cuenta que estas palabras las escribió el autor hace 37 años y 28 ántes de que el rey Guillermo fuera proclamado emperador de Alemania en el palacio de Luis XIV, celebrando su advenimiento al solio de Carlo—Magno los cañones que bombardeaban á Paris; circunstancia que les imprime todo el carácter de una profecía histórica que se ha realizado por consecuencia de las mismas causas indicadas por él y no por otras.—Nota del T.
(2) Sin que tengamos el propósito de contradecir al autor, ni tampoco nos ciegue amor patrio excesivo, parécenos que la resistencia tenaz é indomable de los españoles en su guerra famosa contra Napoleon, fué, ántes que el espíritu teutónico, lo que enseñó á los pueblos de la Europa, hasta entonces vencidos siempre por el capitan del siglo, á unir sus esfuerzos y á fundir sus voluntades para pelear con bizarría pro aris et focis, como acontecia en la Península. El espíritu teutónico pudo ser el vehículo, sin duda; pero la inspiracion de tan grande idea la recibió la Europa central de nuestra España.—N. del T.