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Amir y Rrasi 3


Saltó con ligereza, á la débil embarcación y Ca- milo empuñó los remos, rechazó con uno de ellos la tierra, y el bote partió con rapidez.

— ¿No perderás el rumbo? murmuró entonces Amir.

— ¡Si le conozco mejor que á las líneas de mi mano! dijo Camilo. Vaya! añadió ¡pues no fal- taba más! ¡el mulato Camilo perdiendo el rum- bo! Hace seis años que ando en estas andanzas y yo no soy hombre que se conforma con ñao-ñao.

—Confio en que así será. ¿Tardamos aún? Nada veo aquí. lo confieso — dio Amir con impaciencia.

Pronto estaremos allá. contestó Camilo remando con ahinco.

— ¡Pronto estaremos allá! y Amir añadió con voz alegre: — Vales un mundo, Camilo. Pero la noche está tan negra que no veo la costa; parece que ten- dremos lluvia mañana.

— Mañana ó esta noche misma — respondió Ca- milo.

Aún no se había amarrado el bote á la orilla y ya Amir saltaba á tierra.

— Aquí — gritóle Camilo echándose en el fondo del botecito, — aquí lo esperaré hasta mañana.

— Seré breve — contestó Amir agitando la mano en medio de la oscuridad.

No obstante. Amir caminaba con paso firme.

-— ¡Por fin! — murmuró el joven pisando una veredita que pagaba con creces, las asperezas del anterior trayecto.

Al llegar al término de esta vereda. el joven se detuvo indeciso.

Pero su indecisión se disipó al punto.

Amir y Rrasi.