132 Margarita Eyherabide
aún, mucho más... y, con el pecho oprimido, me alejé... ¡te abandonaba!!
Madre mía ¿me perdonas ahora? Mucho he sufrido, mucho llorara si no fuera un hombre...
¡Mi patria y mi madre! — estos dos nombres sue- nan constantemente en mis oídos.
Escríbeme y dime que me perdonas con todo ta corazón. Así como necesito de tu amor, necesito ahora de tu perdón, mamá querida, pues siento en el fondo de mi alma, algo que imperiosamente me grita: ¿No ves que eres un cobarde, porque la has dejado abandonada?
Entonces es enando mis ojos se nublan de lágri- mas, y, para rechazarlas, me digo: ¿No compren- des que has venido á defender á otra madre?
Otra madre ¡dos madres! Dos madres que no deben sentirse rivales.
Tú, madre, eres la vida; esta madre es el honor.
Madre ¡adiós, adiós! — Panchito está aquí, á mi lado; enando le he dicho que te eseribo, ha puesto una cara muy triste y me ha contestado: — '* Nun- ca aprendí á escribir y apenas si sé hablar mal.
mal, con señoras. Dígale á la patrona que sigo todos los pasos de su hijo y que, á menos que Dios lo «quiera de otro modo no me separaré jamás de su lado.
Te abrazo muchas veces, mamita amada, madre querida; bendíceme. Me enelgo á tu cuello como cuando era niño y te pido otra vez perdón.
Tu hijo, Amir.
