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140 Margarita Eyherabide


CAPÍTULO V

La superstición es compañera de las almas tími- das, y. las jóvenes timoratas y desconfiadas, ercen FER, á veces, en un aye que pasa, en wa flor que se marchita. en un tallo que se troncha. en una mari- posa oseura que se posa en el marco de un cuadro predilecto, un signo asaz significativo de próxima desventura.

Arasi. de espíritu poético, de imaginación soña- dora, se estremece dolorosamente á la vista de estos insignificantes sucesos que llegan hasta su corazón como un anuncio.

La incertidumbre es siempre más dolorosa que la convicción por desgarradora que esta sea.

¡Esperar!...—Esperar. es desesperante, es marti- rizador, es tirano!

Y hay almas incapaces de sufrir la incertidum- bre, incapaces de suponer con calma, lo que será, lo «que podrá ser, lo que llegará á ser...

Arasí, con el rostro velado por un velillo color marrón, bajó al jardín.

Sin vacilaciones, sin pensar en las conveniencias y con la persuasión íntima de que, tras el resbala- dizo paso que iba á dar, su débil esperanza se des- moronaría hasta lo hondo, ó eriaría cuerpo y se re- montaría hasta donde la duda fuera tan solo wi navegante náufrago, Arasi, guiada por el incom- prensible espíritu de la suposición fortuita de la superstición, no pensó en no creer, cuando ya hubiera depositado el enigma de su suerte, á la sabiduría de una hechicera.