150 Margarita Eyherabide
do de mi pecho, si fuera cierto que podía borrar tu silueta, con otra, no te escribiera yo, no.
Pero, llevadas por la casualidad de la suerte, mi alma con tu alma, mi corazón con tu corazón, no es fuerza que destruya el más bello ideal que ha ilu- sionado la ingenua alegría de mi existencia, sl esto conturba la bienhechora paz de tu felicidad...
¡Amir! — yo no sé por qué de mi te apartas; no sé por qué me pides que te olvide, pero — quizá es delirio de mi esperanza, quizá es consuelo de mi senti- miento, — hay algo «que me dice que no es posible que tu corazón haya dejado de quererme; que no es cierto que tu alma haya podido olvidarme.
¿Verdad que es imposible? ¿verdad que no puede ser, que siembre el olvido el fondo de un corazón «que amó de veras? Pero, si, desventurada he acari- ciado apenas la sombra de una ilusión; si mentira es, que me hayas amado un solo día, no manche la ignominia injuriosa, la digna reserva que es exclu- sivo merecimiento del menos fuerte. Yo, gozando la ilusión del amor, bajo ahora á la realidad de la des- gracia. ¡Terrible paso!
Soy, Amir, bastavte franca para confesarte que aún te amo, pero demasiado orgullosa para rogarte que sigas amándome.
Si mis frases te lastiman ¡ay! no pienses mal de mí. ¿Por qué quieres que te olvide? —¿No me amas ya? — Dímelo; yo espero, tu confesión; sólo así me atreveré á abrirte mi eorazón y á decirte lo que siento en él.
¿Puedo obligarte á que me ames? ¿puedo recri- minarte por que te hayas engañado en mi presencia, confundiendo el amor con otro sentimiento?.
¡No, Amir, no! — yo lo perdono todo, yo lo olvido
