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Amir y Rrasi 155


— Te ercía en todas partes y en ninguna, te creía...

— ¡Dios mío! —sobre mi corazón, así, así, bésa- me otra vez ¡oh hijo, oh mi hijo! — é, incansable para repetir otras veces su nombre, lo abrazaba...

— Sin saber de tí, mamá mía, sin saber como esta- has, sin recibir una palabra tuya! salieron las pala- bras del joven como en un desahogo ya de tiempo an- siado — y Amir contóle como le había eserito tantas veces, y como nunca había recibido la menor noticia de la casa blanca.

Luego alzó la cabeza y miró á su madre que, en dolorosa incertidumbre, acertó á preguntarle: ¿Y Panchito? con una voz que revelaba cieirta espera, cierto dolor ó cierto presentimiento.

— Una noticia dolorosa, madre mía — le contes- tó entonces, Amir — Panchito, el pobre Pa nchito. no ha vuelto conmigo...

— ¡No ha vuelto!... y doña Jova, lloró estre chando más fuerte á su hijo, sobre su corazón; lloró por Panchito y por todas las madres que no habían vuelto á ver á sus hijos, que no habíanles visto volver!...

— Pero — añadió Amir — no puedo aseverar que su muerte sea un hecho. Le ví desplomarse... esta- ría herido... Me salvé... ¡no sé cómo mamá mía! — ¡Estaba escrito que no había yo, de morir! — Busquélo... ¡todos mis esfuerzos fueron vanos!

— ¡Bendito, bendito sea Dios, que te ha traído orta vez á mis brazos! repitió de nuevo doña Jova ¡Bendito sea Dios!

El joven bajó la cabeza.

— ¡Bendita sea — dijo —la madre que me ha obligado al sacrificio!