Amir y Arasi 163
— Tengo el mayor placer y hasta casi una satis- facción inmensa en recibirle en mi casa con el pues- to que solicite —le dijo.
— Amir permaneció un momento, sorprendido.
— Pero, señor — murmuró —es mucha genero- sidad y no entiendo...
El señor Garrido le interrumpió: Escuche usted joven. En mi casa será usted, no sólo un dependiente que atiende á su obligación yse marcha Inego con la indiferencia del deber que no exige amis- tad; será usted se lo ruego, si es preciso ¡lo deseo!
será usted un amigo, un aliado...
Joven Ramírez, ofrézcame usted su amistad aña dió después de una pausa.
— Amir sentía crecer su sorpresa.
— ¡Mi amistad ! — exclamó.
— ¡¿Rehusa usted ?
— ¡Acepto con todo mi corazón! — exclamó en- tonces Amir, espontáneamente y le tendió una mano que el señor Garrido se apresuró á estrechar entre las suyas, con visible contento.
— ¡Bien!; y el señor Garrido con un adorable aire de honradez y sinceridad y frotándose las manos con ostensible satisfacción, encasquetóse los lentes en el caballete de la nariz, y miró al joven con una sonrisa de bondad. — Veámos — ¿qué desea usted? — le dijo.
— Señor — murmuró Amir —¿he de entregarme incondicionalmente á la elección? No puedo menos que reconocer que su conducta ha sido demasiado caballeresca....
— Incondicionalmente puede usted elegir — le interrumpió sonriendo el señor Garrido.